PELICULAS IMPRESCINDIBLES: "TODO SOBRE MI MADRE"
Decía Truman Capote en un fragmento de “Música para camaleones”, citado en la película: “Cuando Dios te da un don, también te da un látigo. Y el látigo es únicamente para autoflagelarte”. Pues bien, vayamos sin rodeos, aquí viene ese señor llamado Pedro Almodóvar, ese corpulento cineasta con cara de picapiedra, corte new wave y blusones rosados que hace películas sobre mujeres, y tiene el don y tiene el látigo.
En esta película parece haber logrado aquello que había tentado desde "Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón" (1980) y consiguió con notables resultados en "Mujeres al borde de un ataque de nervios" (1988): la reivindicación del melodrama como genero, a la manera de grandes obras como "Un tranvía llamado deseo" de Tennessee Williams o "Todo sobre Eva" de J. L. Mankiewicz (ambas piedras angulares de la historia) y su consolidación dentro de un ambiente estridente, ácido y de humor negro que se burla de sus propios postulados: un melodrama post moderno.
Y es que es difícil pensar en Pedro Almodóvar y olvidar a una de esas mujeres fálicas, solitarias y autosuficientes que, de la risa al llanto, deambulan por sus ficciones buscando aquello que anhelan y no pueden conseguir. Existen, pues, hombres que desean, y se hacen mujeres, y mujeres que, sin dejar de serlo, son hombres. Autenticas New York Dolls de la escena marginal: muñecas punk lesbianas que seducen amas de casa masoquistas orinándoles encima (como lo hace la cantante Alaska en Pepi, Luci, Bom); histéricas compulsivas que aman y engañan; travestis sensibles y orgullosos de sus kilos de silicona que han dejado de llorar.
“Si a ella le gustan las mujeres, hazte mujer” decía por ejemplo la abuelita, una maquina callejera de esas que predicen el futuro, a cierto joven enamorado que no dudo en travestirse para recuperar a su amor. El joven se hace mujer y así recupera a su amada hasta que empieza a darse cuenta de que, desde que se ha hecho mujer, lo que le gustan son los hombres.
La imagen pertenece a "Sexo va, sexo viene", uno de los primeros cortos de Almodóvar. Ya en ese entonces sus inquietudes estéticas –las tonalidades rojas, las situaciones kitsch o el tono tragicómico del neorrealismo italiano- y su fijación por el mundo de esas féminas que, a partir de una circunstancia crucial, deconstruyen la realidad para poder asirla, estaban presentes en su obra.
“Todo sobre mi madre” es una película que no solo trabaja los postulados del melodrama a través de estructuras circulares donde el destino hace que los sucesos se repitan, sino que, incluso, realiza un homenaje al genero como tal, con alusiones directas a divas cono la Gena Rowland de Opening Night, la Bette Davis de All About Eve y la Romy Schneider de Lo Importante es Amar, quienes plasmaron en la pantalla la fastuosidad de sus vidas y la ambigüedad de una fama autodestructiva.
La película nace de uno de los personajes de “La flor de mi secreto”, Manuela, la enfermera que aparece al principio, una mujer normal que participa en las simulaciones que hacen los médicos que realizan transplantes. En ellas, a una hipotética madre se le comunica la muerte de su hijo. La Manuela en cuestión –la actriz argentina Cecilia Roth, en soberbia caracterización-, trabaja en Madrid como coordinadora de transplantes y es una mujer con un pasado tumultuoso.
La vergüenza y las especulaciones sobre un posible rechazo hacia el padre que lo engendro, la obligan a ocultarle a su único hijo, Esteban, (Eloy Azorin) no solo su identidad, sino, incluso, el que aun este vivo. Esteban-Padre, o mejor dicho, Lola la pionera (Toni Canto), es un travesti con unos senos enormes y un corazón malo al que abandono hace 17 años en Barcelona.
Con ocasión de su cumpleaños, Esteban, un joven sensible que ama la literatura y sueña con escribirle un guión cinematográfico a su madre, el cual llevaría el nombre de la cinta en alusión directa a la película de Mankiewicz, acude con ella al teatro a ver a Huma Rojo (Marisa Paredes). Ella es una dama que fuma como Bette Davis; interpreta a Blanche du Bois de “Un tranvía llamado deseo”, como Vivian Leight; y vive enganchada al teatro y a Nina (Candela Peña), una actriz drogadicta que resulta ser su pareja.
Al finalizar la obra, Esteban, busca obtener un autógrafo de su diva y corre detrás de su auto sin prever que otro carro se lo llevaría por delante y eclipsaría su vida. A partir de ese momento, ironías del destino, Esteban es un donante de órganos que salva la vida de otra persona y Manuela, una madre desconsolada que casi enloquece por haberle ocultado a su hijo la verdad sobre su origen. La peregrinación empieza.
Lo que sigue es una búsqueda y un retorno de Manuela hacia su pasado en Barcelona para redimirse ante la memoria de su hijo muerto y encontrar a Lola, el personaje del que hace 17 años huía. Este regreso implica el reencuentro con entrañables personajes del muestrario humano que exhibe la sordidez de Barcelona: la Agrado (extraordinaria la actriz de teatro Antonia San Juan) un transexual hecho de siliconas que reivindica su condición de mujer, y la hermana Rosa (¡qué bella eres Penélope Cruz!), hija de una afrancesada señora que copia cuadros de Chagall, cuyo destino sé vera irremediablemente ligado por siempre al de Manuela.
Almodóvar dedica esta película “a las actrices que en algún momento de su carrera hicieron de actrices”. Y no solo a ellas, también “a las mujeres que (observa en su niñez) fingían, mentían, ocultaban y de ese modo permitían que la vida fluyera y se desarrollara, sin que los hombres se enteraran ni la obstruyeran”.
A nadie extrañe que la figura de un hombre sea un fugaz espectro de indefinición, cuando no de maldad o decrepitud. Y, sin embargo, la imagen de Lola, el papa con tetas, no puede ser más provocadora que la de “los” demás: aun siendo mujer, Lola hace daño como lo haría un hombre. Folla, por ejemplo, con una hermana consagrada a la caridad al prójimo y la condena a muerte.
En cada personaje femenino están desarrolladas las obsesiones fundamentales de Almodóvar; el dilema de la identidad, aun cuando fingir es una de las maneras más efectivas de prolongar la convivencia; la capacidad de la mujer para superar el dolor de la perdida; la peregrinación por la absolución propia; el culto divino al teatro como un espejismo de la vida misma; y, sobre todo, la reivindicación de la autenticidad de toda persona que, en una escena memorable en primer plano que registra él monologo de la Agrado ante una audiencia inconforme por la cancelación de un espectáculo, nos da una de las más maravillosas lecciones de vida con esta frase que justifica sus múltiples cirugías: “una es mas autentica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”.
En esta película parece haber logrado aquello que había tentado desde "Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón" (1980) y consiguió con notables resultados en "Mujeres al borde de un ataque de nervios" (1988): la reivindicación del melodrama como genero, a la manera de grandes obras como "Un tranvía llamado deseo" de Tennessee Williams o "Todo sobre Eva" de J. L. Mankiewicz (ambas piedras angulares de la historia) y su consolidación dentro de un ambiente estridente, ácido y de humor negro que se burla de sus propios postulados: un melodrama post moderno.
Y es que es difícil pensar en Pedro Almodóvar y olvidar a una de esas mujeres fálicas, solitarias y autosuficientes que, de la risa al llanto, deambulan por sus ficciones buscando aquello que anhelan y no pueden conseguir. Existen, pues, hombres que desean, y se hacen mujeres, y mujeres que, sin dejar de serlo, son hombres. Autenticas New York Dolls de la escena marginal: muñecas punk lesbianas que seducen amas de casa masoquistas orinándoles encima (como lo hace la cantante Alaska en Pepi, Luci, Bom); histéricas compulsivas que aman y engañan; travestis sensibles y orgullosos de sus kilos de silicona que han dejado de llorar.
“Si a ella le gustan las mujeres, hazte mujer” decía por ejemplo la abuelita, una maquina callejera de esas que predicen el futuro, a cierto joven enamorado que no dudo en travestirse para recuperar a su amor. El joven se hace mujer y así recupera a su amada hasta que empieza a darse cuenta de que, desde que se ha hecho mujer, lo que le gustan son los hombres.
La imagen pertenece a "Sexo va, sexo viene", uno de los primeros cortos de Almodóvar. Ya en ese entonces sus inquietudes estéticas –las tonalidades rojas, las situaciones kitsch o el tono tragicómico del neorrealismo italiano- y su fijación por el mundo de esas féminas que, a partir de una circunstancia crucial, deconstruyen la realidad para poder asirla, estaban presentes en su obra.
“Todo sobre mi madre” es una película que no solo trabaja los postulados del melodrama a través de estructuras circulares donde el destino hace que los sucesos se repitan, sino que, incluso, realiza un homenaje al genero como tal, con alusiones directas a divas cono la Gena Rowland de Opening Night, la Bette Davis de All About Eve y la Romy Schneider de Lo Importante es Amar, quienes plasmaron en la pantalla la fastuosidad de sus vidas y la ambigüedad de una fama autodestructiva.
La película nace de uno de los personajes de “La flor de mi secreto”, Manuela, la enfermera que aparece al principio, una mujer normal que participa en las simulaciones que hacen los médicos que realizan transplantes. En ellas, a una hipotética madre se le comunica la muerte de su hijo. La Manuela en cuestión –la actriz argentina Cecilia Roth, en soberbia caracterización-, trabaja en Madrid como coordinadora de transplantes y es una mujer con un pasado tumultuoso.
La vergüenza y las especulaciones sobre un posible rechazo hacia el padre que lo engendro, la obligan a ocultarle a su único hijo, Esteban, (Eloy Azorin) no solo su identidad, sino, incluso, el que aun este vivo. Esteban-Padre, o mejor dicho, Lola la pionera (Toni Canto), es un travesti con unos senos enormes y un corazón malo al que abandono hace 17 años en Barcelona.
Con ocasión de su cumpleaños, Esteban, un joven sensible que ama la literatura y sueña con escribirle un guión cinematográfico a su madre, el cual llevaría el nombre de la cinta en alusión directa a la película de Mankiewicz, acude con ella al teatro a ver a Huma Rojo (Marisa Paredes). Ella es una dama que fuma como Bette Davis; interpreta a Blanche du Bois de “Un tranvía llamado deseo”, como Vivian Leight; y vive enganchada al teatro y a Nina (Candela Peña), una actriz drogadicta que resulta ser su pareja.
Al finalizar la obra, Esteban, busca obtener un autógrafo de su diva y corre detrás de su auto sin prever que otro carro se lo llevaría por delante y eclipsaría su vida. A partir de ese momento, ironías del destino, Esteban es un donante de órganos que salva la vida de otra persona y Manuela, una madre desconsolada que casi enloquece por haberle ocultado a su hijo la verdad sobre su origen. La peregrinación empieza.
Lo que sigue es una búsqueda y un retorno de Manuela hacia su pasado en Barcelona para redimirse ante la memoria de su hijo muerto y encontrar a Lola, el personaje del que hace 17 años huía. Este regreso implica el reencuentro con entrañables personajes del muestrario humano que exhibe la sordidez de Barcelona: la Agrado (extraordinaria la actriz de teatro Antonia San Juan) un transexual hecho de siliconas que reivindica su condición de mujer, y la hermana Rosa (¡qué bella eres Penélope Cruz!), hija de una afrancesada señora que copia cuadros de Chagall, cuyo destino sé vera irremediablemente ligado por siempre al de Manuela.
Almodóvar dedica esta película “a las actrices que en algún momento de su carrera hicieron de actrices”. Y no solo a ellas, también “a las mujeres que (observa en su niñez) fingían, mentían, ocultaban y de ese modo permitían que la vida fluyera y se desarrollara, sin que los hombres se enteraran ni la obstruyeran”.
A nadie extrañe que la figura de un hombre sea un fugaz espectro de indefinición, cuando no de maldad o decrepitud. Y, sin embargo, la imagen de Lola, el papa con tetas, no puede ser más provocadora que la de “los” demás: aun siendo mujer, Lola hace daño como lo haría un hombre. Folla, por ejemplo, con una hermana consagrada a la caridad al prójimo y la condena a muerte.
En cada personaje femenino están desarrolladas las obsesiones fundamentales de Almodóvar; el dilema de la identidad, aun cuando fingir es una de las maneras más efectivas de prolongar la convivencia; la capacidad de la mujer para superar el dolor de la perdida; la peregrinación por la absolución propia; el culto divino al teatro como un espejismo de la vida misma; y, sobre todo, la reivindicación de la autenticidad de toda persona que, en una escena memorable en primer plano que registra él monologo de la Agrado ante una audiencia inconforme por la cancelación de un espectáculo, nos da una de las más maravillosas lecciones de vida con esta frase que justifica sus múltiples cirugías: “una es mas autentica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”.
¿Qué mas queda por decir? Que es una película muy graciosa e imprescindible incluso para los que no soportan los disfuerzos del español. En parte, porque este logra, una película redonda que amortiza los pequeños desvaríos de su historia con una lograda puesta en escena y un ingenioso dialogo. En parte, porque son pocas las ocasiones de apreciar un producto que asimile y reformule de manera tan fluida e inspirada las pautas básicas de un genero clásico tan venido a menos en estos tiempos. ¿Alguna otra razón? Si, se llama Penélope Cruz.
3 Comments:
Una de las películas que mas me gusta de Pedro Almodovar es "¿Que he hecho yo para merecer esto?" (1984).
Una comedia muy negra, que resalta de manera sobresaliente los defectos de los personajes, exponiéndolos para deleite nuestro.
Uhm, es verdad "¿Que he hecho yo para merecer esto?" tiene mucho interes y el tema es muy original. Aunque mi trilogia favorita de almodovar esta formada por: Todo sobre mi madre, Carne tremula y Atame!... no hay pelicula de Almodovar carente de interes y claro siempre sus mujeres pasando malos rollos.
Gracias por escribir y saludos desde Zoofiesta!
almodovar mantiene el suspenso y hace una buena película.
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