MUJER NOCHE
Será por eso que una puta causa mas repulsión en una mujer que en un hombre, pues las perspectivas que ambos géneros tienen del sexo son completamente diferentes. Un hombre puede ver y encontrar en una puta un recuerdo inocente de la niñez, tal vez un pensamiento de candoroso adolescente, o quizás esa primera vez; aunque también aquella necesidad fisiológica de sacarse toda la carga nerviosa de la semana a través de un buen polvo (y sí amiga lectora, los hombres pensamos en sexo tooodo el tiempo, sí supieran con que necesidad no volverán a ver a un hombre con los mismos ojos nunca mas). Todo lo contrario sucede con una mujer, que reconoce en una puta a una mujer cualquiera carente de escrúpulos, capaz de quitarles a su hombre con solo abrir las piernas. También consideran al intercambio de sexo por dinero como un asunto muy desagradable pues nuestra sociedad matriarcal les ha enseñado que el sexo es por naturaleza sucio y solo si se hace bien, en la casa, en la cama, con aquella persona especial. Y eso de levantarse a una persona al garete con el objetivo de intercambiar fluidos corporales bajo la excusa del placer gratuito y barato, no está en su naturaleza, menos aún, con la desfachatez que lo hace el hombre.
Julia Bartollini, el personaje protagónico de “Madre que estas en los cielos” (he comentado tanto de esta novela maravillosa que ya deben saber que la escribió Pablo Simonetti);asegura en mas de un capítulo de la historia, que es la mujer la que tiene el poder de seducción, que es ella la que decide llegar tan lejos como se lo propone con un hombre, pues este solo sigue sus impulsos carnales (o sea, reconoce la fácil disposición del hombre por el sexo). Entonces la diferencia entre una dama y una puta está en la capacidad de administrar con sabiduría esta pericia, de no traspasar esa tácita barrera de decencia pues puede ser muy fácil un desliz en nombre de un deseo mundano; porque claro, somos de carne y hueso.
Es cierto que este análisis corresponde en la ficción a una mujer de 77 años, que la encasillaría perfectamente en el rubro de “abuela” y por consecuencia, de anticuada. Pero el razonamiento que se ha desprendido de esto me parece muy válido, aunque claro, la culpa de que un hombre sucumba a los encantos de una mujer que no es la suya no es de la mujer ciertamente. Es el hombre el que queda mal parado, siempre.
No debe de ser nada fácil ser una puta en sociedades machistas y retrógradas como la nuestra. Eso de seducir desconocidos desde una esquina por las noches, con el peligro que eso conlleva, ser marginadas sociales y blanco perfecto de insultos y ataques, el riesgo latente de contraer una enfermedad de venus; las convierte en una subespecie urbana, de esas que nadie ve en el día y que se asocia al lumpen de la ciudad, a los marginados sociales y aquellos que no tuvieron nunca un buen hogar.
Aunque la careta de victimas no las convierte en candidatas idóneas para la canonización, algunas por estos trajines del noche a noche tienen mas de delincuentes que de putas y contra eso si estoy en contra.
La semana pasada Dunkin y uno de sus primos fueron asaltados por pretender ir a un prostíbulo clandestino en el culo de Lima, en medio de una anécdota bizarra que les hizo pensar en el verdadero valor de una encamada. ¡Par de imbéciles!
Dudo mucho que todas las putas sean de esta calaña pero supongo que el negocio no debe ser tan rentable en una ciudad donde son perseguidas sociales, ya que de negociadores sexuales se convierten en peseteras de un par de incautos con cara de perdedores.
¿Por qué cobra una puta? Mi inocencia y estupicidad (del verbo yo soy estúpido) me obliga a escribir estas dudas que siempre han dado vueltas por mi cabeza.
Yo sé que la ignorancia y la necesidad convierten a improvisadas mujeres en prostitutas, pero no me refiero en estos momentos a ellas. Yo hablo por aquellas personas con corazón de puta (digo personas porque los hombres también pueden ser todas unas putas), dotadas en las artes del sexo y que disfrutan plenamente de todo lo rico que este les ofrece sin convertirles en degenerados. Replanteo mi pregunta: ¿Por qué las putas de vocación, que aman la camiseta tienen que cobrar? Yo creo que es el parroquiano el que sale ganando con esa cátedra de sexo desinteresado (bueno, casi), pues aprende del profesional la manera correcta de dar y recibir placer; todo con un objetivo: consumar de manera memorable, poniendo en práctica lo aprendido, pero esta vez, con la persona que se ama. Espero que comprendan el punto.
¿Por qué no besa en la boca una puta? Esto si me parece una necedad, una incongruencia de los comerciantes del sexo. Si una puta usufructúa con el falso amor (a través del sexo) podría dejarse besar por su cliente, porque creo el beso es un acto reflejo mientras se tiene sexo o se hace el amor (imagino que las lectoras deben andar asqueadas con este post pero comprendan que es con fines didácticos). Las putas en su defensa argumentan que un beso es algo más íntimo, reservado únicamente para quien se ama, ¿pero que más íntimo puede ser que dos personas desnudas, una sobre la otra? ¿por qué se guardan algo si ya les vimos todo? No entiendo francamente y si me gustaría una respuesta específica pero dudo mucho que se atrevan a despejar mis dudas.
Queda claro que a mí las putas me provocan interés e intriga, pues es un pequeño reconocimiento a las encargadas de desfogar los malos humores de la ciudad, son la catarsis de una sociedad para que ésta no se vuelva loca y aguante mas el día sin la necesidad de eclosionar alguna vez en un día de furia.
A mí una puta me sacó de virgen, junto a mis amigos de colegio y aunque sabía que no era lo que realmente sentía, igual no quería perderme la experiencia (que fue entre emotiva y divertida); además, el significado de “dejar de ser virgen” tiene mas sentido entonces, cuando sé esta en formación. Por eso y porque me encanta putear (verbalmente, claro) no puedo ver mal a una puta, son lo que son, un mal necesario.
Según el diccionario, la puta es aquella mujer que te ofrece sus servicios sexuales a cambio de dinero; pero según mi jergario de bolsillo también puede ser un hombre o una mujer, cuando no tiene reparos en demostrar que una persona le pone caliente y se regala. O sea, en el fondo todos podemos ser, o hemos sido alguna vez, una reverenda puta. Esto desvirtúa al adjetivo “puta” como insulto y me parece justo, aunque no ha sido suficiente pues es el insulto favorito entre mujeres, cuando alguna de ellas les juega sucio. Que una mujer le diga “puta” a otra me parece una incongruencia por la necesidad que tenemos todos de sexo. Nadie sabe nuestros secretos de alcoba, quizás en la cama cualquiera de nosotros, hombre o mujer, podría convertirse en una verdadera puta y esta muy bien reconocerlo, aunque en estos tiempos no esta muy bien resaltar “atributos” masculinos sobre los femeninos, y viceversa.
Ahora les voy a demostrar que no es lo mismo que te digan puta, barata o perra; cuando en teoría, los tres adjetivos hacen la misma referencia.
PUTA: aquella persona que te cobra por fornicar, por el sexo anal te cobra más, por el sexo bucogenital mucho más y a otras deliciosas perversiones le pone su precio pero no te besa, o sea, te están diciendo que no eres una persona cariñosa.
BARATA: aquella persona que intercambia favores sexuales (cualquiera que estos sean) por dinero, pero hace referencia a que cobras muy poco, cualquiera podría acceder a tus servicios, o sea, te están diciendo que no te valoras demasiado.
PERRA: esto lo aprendí en las canteras de la universidad y te sorprenderá. En la fecundación humana luego de que el primer espermatozoide atraviesa la capa exterior del óvulo se produce una reacción química del tipo feedback llamada “bloqueo de la poliespermia”, que evita que otro espermatozoide pretenda ingresar. Este mecanismo no existe en las perras, así que una misma camada podría tener más de un padre progenitor. Por eso el insulto “hijo de perra” es tan bajo. Significa que ni la madre sabe quien es el padre.
Para finalizar el post una confesión. Que sana envidia me dan las putas y no por lo que maliciosamente están pensando. Eso de conocer las artimañas del buen sexo me parece digno de ser envidiado. Ya que uno tiene que conformarse con ser un torpe autodidacta y con el trajín de los amantes, que uno tras otro se acumulan en nuestro historial; pero que nadie se entere que fueron tantos para no tener que reconocer que siempre tuvimos alma de puta. Y recién entramos en razón de ello.