ZOOFIESTA: NOCHE DE CALZONCILLOS

Hace buen tiempo que me había comprometido con mis amistades para hacer una reunión en casa, así que caballero, cumplí con creces mi palabra y organice una zoofiesta para el recuerdo, de esas que aun días de realizada sigue causando tanto alboroto como entonces. Además no había tenido la oportunidad de festejar a lo grande mis éxitos personales, por lo que había motivos mas que suficientes.

La idea original era realizarle una despedida para un amigo que se va del país a quien también le había ofrecido auspiciarle una fiesta para el recuerdo pero por cuestiones extrañas esta no se llego a concretar pero yo no me podía quedar con las ganas de anfitrión de juerga y planifique dos días que bautice como: “Zoofiesta: Fiesta de calzoncillos”, peculiar termino que indica una reunión social y alcohólica solo para los miembros varones del grupo, obviando a nuestras amigas por la mezquindad de nuestra fraternidad de genero, por machistas descuidados y secretamente inspirados en deseos de diversión sin compromisos, en donde no tienes que explicarle a la enamorada de turno que significaba aquel comentario de doble sentido, ni tampoco preocuparte por que a “ella” no le gusta que bebas demasiado y te descontroles; por eso lo de calzoncillos, aunque en realidad podría ser de boxers porque si nos daba la gana podríamos asistir en boxer dada la informalidad y la camaradería entre nosotros, donde se permiten cualquier licencia en nombre de la comodidad.
Esta de mas decir que a todos nos encanto la idea y empezamos a maquinar maliciosamente sobre lo divertido del asunto y del empacho de testosterona al que nos veríamos sometidos; por otro lado las mujeres del grupo –enamoradas incluidas- juraron vengarse por tan sutil preferencia. ¿Zoofiesta: Noche de sostenes y formadores?... uhm, quien sabe.

Programamos nuestra juerga continua para el miércoles y jueves pasado –no pregunten como hicieron para asistir aquellos que trabajan- y el día llego. Y mis invitados empezaron a llegar con la mejor de las intenciones y con el deseo de divertirse, de los diez invitados previsto hicieron su aparición nueve, nada mal para una concentración a mitad de semana; aunque no reparamos que éramos un grupo impar de jóvenes sedientos hasta mas avanzada la noche.
Empezamos a beber cerveza en cantidades industriales, poniéndonos al día con los últimos sucesos de interés personal –llámese chismes-, la “reu” se puso inmediatamente amena, tanto que no reparamos en las horas transcurridas; no había que moderar el lenguaje ni evitar las bromas subidas de tono. Para la medianoche éramos los jóvenes mas animados y felices de toda Lima, y había que coronar la primera noche. ¿Cómo?... pues obvio, ¡a bailar!.
Entonces, ¿pensábamos ir a alguna discoteca a gilear con flacas desconocidas y engatusarlas con el baile o nuestro floro de siempre?. Para nada, en ese momento le encontramos sentido a al dicho de: “cuando el gato no esta (gatas en este caso) los ratones se divierten (en nuestro caso guapos y viriles ratones)”, cuanta razón tenia también la diforzada y pelo naranja de Cindy Lauper con su hit de antaño: “Los chicos solo quieren divertirse”, ¿qué no era así?. No importa.

Para variar volvimos a la discoteca mas atrevida de toda la ciudad (mas información leer post: “Agitador Sexual”) pero no para socializar si no estrictamente para bailar un rato y divertirnos, pero como nos divertimos en un ambiente así seria la interrogante. Suficiente decir que éramos la mancha más atractiva y delirante del lugar, y que acaparamos las miradas desde todas las vertientes, como siempre. En ese momento reparamos en que éramos nueve y por lo tanto alguien se quedaría sin “pareja” de baile, la solución fue el “pan con pescado” (y espero no tener que explicar eso), mas detalles con mi abogado. Para entonces acuñe un termino que pretende explicar la situación: nosotros éramos “Ninesome”.
Como me hubiera gustado tener en esos momentos a esa persona especial y no para completar el grupo, en fin: tomamos unas jarras mas de cerveza y teníamos por concluida la jornada del día.

De regreso a mi casa aún seguíamos animados –excepto Juanxo que se privo a dormir- y continuamos el baile en la privacidad del hogar (pero no me percate que lo hacíamos con las cortinas abiertas de par en par) y continuamos bebiendo hasta la hora del sueño reparador.
Al día siguiente, cocinamos pasta con salsa de carne de tarro pero súper rendidora, continuamos la rutina de bebida con discreción al inicio; al mismo tiempo que empezaron a llamar por teléfono las enamoradas, novias y trampas de mis invitados. Qué curioso a mí también me llamaron. La excusa era verificar las buenas costumbres de sus parejas pero las muy ilusas se enteraran recién cuando lean estas líneas.

La tarde empezaba a caer algo aburrida, así que para animar las cosas alguien propuso jugar una versión moderna del púber juego de la “botella borracha”. Antes que se escandalicen y me denuncien por pervertido les aviso que sustituimos para recursos del juego cualquier beso obligado -¡diablos!- por castigos mucho más vergonzosos y en algunos casos inenarrables. Como en detalles no voy a entrar se lo dejo a su libre imaginación.
Menudo jueguito hizo que el día terminara más rápido y de manera mas divertida que de costumbre; esa noche me fui a la cama pensando lo buen anfitrión que soy –porque lo soy- y sobre la amenaza de las chicas del grupo que me imagino no debe hacerles mucha gracia enterarse de nuestras escapadas en nombre de la diversión, mas aun que saben que sus amigos y novios no tienen reparo alguno en ciertos menesteres con sus compañeros de genero.

Él mas sorprendido en todo caso soy yo porque mis amigos siempre me dejan esa impresión que poco les importa lo que piensen de ellos y cada vez que nos juntamos sale una bomba memorable y espectáculo gratuito.

Solo espero que la próxima (Zoo)fiesta sea tan divertida y que incluya a las féminas del grupo, para variar la cosa.