martes, agosto 14, 2007

TODOS LOS PERRITOS VAN AL CIELO

En mi condición de animal urbano (homo sapiens domesticus) empiezo a hacer este post camuflado con un mea culpa: Papi Dios (yo que no creo nadita en ti), he pecado de palabra, obra y omisión. Ya lo debes saber, tú que eres todo un voyeur y todo lo sapeas desde arriba, cual Big Brother moderno (Pau... ¡Gran Hermano te nomina!), pero es mi deber informar a la blogo audiencia (tan escasa en estos días) a través de este post, a la vez que me redimo de la culpa y voy en busca de la absolución propia. Como siempre, y para no perder la costumbre empiezo a cotillear desde el inicio.

Cuando yo nací... bromeo.
Uno de los motivos que me están manteniendo ausente del panorama bloggeriano constante es que he empezado hace un par de meses mi proyecto de tesis (que espero ya sea el definitivo, pues a la tercera va la vencida), el mismo que vengo realizando para una granja particular en la ciudad de Chosica. Hasta ahí todo bien.
Por cuestiones de practicidad me ví obligado a mudarme con mis chivas hasta Chaclacayo donde tenemos una casita que era ocupada únicamente los fines de semana como un refugio para el amor por los tórtolos enamorados que conforman mi familia; pero desde hace un par de semanas yo le doy mejor uso pues era realmente un martirio pretender hacerlo todo yendo y viniendo a Lima cada día (con la perdida de tiempo horas/hombre tras el volante), como en un inicio era mi ingenua intención. Además de eso disfruto un poco del solcito serrano que asoma ininterrumpidamente por esos lares (permítase la sana envidia estimado lector).

Aún así, mi alma citadina no me permite cortar vínculos con la ciudad de Lima (en otras palabras: la familia y los amigos), por lo que religiosamente debo estar por acá dando lata. Eso se traduce en emocionantes mini viajes a la ciudad a bordo de mi chachi car en la siempre prolija Carretera Central (risas grabadas), misma road movie: mis bucles al viento (exagero porque no tengo ni bucles ni mucho cabello ya que mi corte “me voy a la mili” no lo permite) y la música vigorosa como única compañera.
Bajo estas circunstancias es que se ha producido la desgracia que ahora paso a relatar (se ha dado cuenta, un flashback dentro de otro, doble efecto, manyas):

El día de hoy en horas mas tempraneras me tome la licencia de la granja por motivos personales (la “rojita maggi” de Nuria llegó a Lima hoy, o sea, feriado no laborable y motivo del próximo post. Hay que ir a buscarla como es debido, usted me entiende). Es por ello, que como buen perucho impuntual pretendí “recuperar” el tiempo perdido acelerando un poco más de lo habitual a mi regreso por la super autopista que es la Carretera Central (más risas grabadas), cosa que nunca hago señor oficial que patrulla las carreteras y que en sus ratos libres, gusta de leer blogs.
Es así que en las inmediaciones de Santa Clara mientras pretendía adelantar a un camión de esos que van a 30km/h y aletargan todo el tráfico de la hora punta, cuando casi ya había logrado mi maquiavélico aunque comprensible cometido, es que el orate conductor del mencionado camión me mete un bocinazo de esos como si fuera chofer de combi y como si yo lo estuviera ahora frenando en su marcha por la mencionada vía (mantenga su derecha y no me joda). Es ahí cuando escudado en mi posición le hecho una mirada de desprecio (a través del espejo retrovisor) con gruñido incluido –grrrrrggr ggr (que te den por culo en idioma perruno)-, cuando el mentadísimo sujeto me revienta nuevamente la bocina como medio minuto opacando no solo las groserías que ya derramaba a diestra y siniestra, sino que también la música y todo lo que estaba pasando por mi cabeza.
Es en ese momento que se me cruza lo que en un inició pensé era una “bolsa roja” (tipo supermercado), pero cuando lo tuve en primer plano compruebo con desgracia que era un perro enchaquetado (o sea, con su chalequito rojo) y ya era demasiado tarde para ambos. ¡Plopelk plt! Mientras empecé a maniobrar sentí el desnivel en el eje delantero y por un instante pensé que había podido esquivarle pero cagaus, pues inmediatamente después de eso sentí el desnivel en el eje posterior.
Acto reflejo, mire por el retrovisor a ver que aparecía de ese extremo y solo alcance a ver a la “bolsa roja” inmóvil que desaparecía bajo la carrocería del camión. Pase saliva, glup, glup.

Dicen que nadie muere en la víspera, pero lo que no dicen es que eso no te hace sentir nadita mejor que antes. Pues créanlo o no, no recuerdo haber atropellado nunca a un perro, gato, paloma, ni nada que se me cruce cuando voy tras el volante. Y se siente muy mal. Pensando acerca de eso, creo que es un sentimiento un tanto hipócrita, pero aún así eso tampoco consuela nada. Me explico, corre tercer flashback:

Como parte de mi currícula académica, para los cursos de anatomía, fisiología y patología; era necesario para las clases de laboratorio un espécimen dispuesto al sacrificio en nombre de la ciencia (manera elegante que pretende sintetizar bizarros ejercicios): Una semana podía ser un perro, otra un cuy, quizás la siguiente un pollo; el objetivo era realizarle la necropcia respectiva o ver el funcionamiento in situ de determinados órganos.
Lo que pocos cuentan, es que generalmente la muestra animal nadie la quiere ofrecer pues es evidente que nadie quiere sacrificar a su mascota. Una de las bromas entre los colegas cuando cursaba patología (en la que expresamente se solicita un “animal enfermo” para hacerle la historia clínica y la necropcia) decía que lo importante era conseguir a un animal a como de lugar, ya uno se encargaba de enfermarlo antes del laboratorio y así justificar su sacrificio. Es más, en los alrededores de la universidad, los vecinos conocen muy bien que a los perros vagabundos “se los llevan” para sacrificarlos en las canteras universitarias, por lo que es muy curioso comprobar que la mayoría de perros (vagabundos incluidos) posee al menos una cadena, una chaqueta, algo, que certifique que alguien se preocupa por él, aunque esto no sea así en realidad, lo hacen para evitar que termine en las garras de los inescrupulosos estudiantes.
Pero aún así esto no hace que sea una práctica irreprobable.

No me creerían las cantidades de anécdotas, algunas realmente crudas que no pienso compartir pero que han dado vuelta en mi cabeza el día de hoy por lo ocurrido por el perro aquel que terminó encontrando oscuro final bajo los neumáticos de mi chachi car. Y es que es difícil justificar con objetividad lo que ha ocurrido, por una parte maté a un perrito que era la mascota o el compañero de alguien que de seguro le va extrañar, y por otro lado, en los últimos años he venido matando perros de manera sistemática en nombre de mi formación profesional. ¿Acaso lo perritos sacrificados en el laboratorio tienen más valor que aquellos que mueren cada día por culpa de nuestra imprudencia? No lo creo, y no me hubiera puesto a pensar en esto de no haber ocurrido lo que pasó.

El año pasado hubo una protesta aislada en la universidad, convocada por una asociación que defiende los derechos de los animales, en la cual se pretendió ponerle voz a aquellos que no pueden manifestarse, yo no participé ni a favor ni en contra. No podía, eso hubiera sido más hipócrita aún.
Dicen, no se que tan cierto sea esto. Que existen maniquíes tan sofisticados cuya función es la de educar, me parece perfecto e ideal para ciertos cursos pero para otros no me parece practico, sobretodo cuando se hace un estudio clínico y patológico, con seguimiento y evaluación del progreso hasta el sacrificio. Supongo que es demasiado pedir para las universidades de este lado del mundo y con tanto perro vagabundo, se piensa que el material de estudio se tiene a libre disposición para ser usado. Seguiré teniendo mis dudas y aunque sé que ya no seguiré sacrificando animales a nombre de ningún curso de universidad, pero otros lo seguirán haciendo, al igual que muchos otros perros seguirán muriendo atropellados anónimamente sin que se pueda hacer mucho al respecto.

Lo que me queda mas que claro después de todo, es que al perro enchaquetado si lo maté yo, aunque tal vez lo remato el camión, o quien sabe. Pero tantos años pensando que a las muestras animales que tenía en la mesa del laboratorio las mataban “otros”, porque yo no tenía el valor necesario para sacrificarlos, pero muy bien que si hacía las disecciones y aprendía o disfrutaba de la cacería de la muestra del día; me hacen descubrir que no hay gran diferencia entre uno y lo otro.

Ojalá que sea verdad que todos los perritos van al cielo, y así aligerar un poco la culpa.

6 Comments:

Blogger Imberbe_Muchacho said...

siempre es horrible eso de atropellar a los perros, te queda un sentimiento de culpa unico, pero a veces pasa pues, la culpa no es toda tuya sino del camionero bruto ese
si, todos los perros se van al cielo...

9:24 a.m.  
Blogger Unknown said...

Te pasó algo con el remezón de ayer domingo??

Avise su estado, viejo

Animo con todo

Doc desde el también terremoteable Chile

10:57 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

Es duro arrancar una vida así, pero es un accidente y eso pasa, así que el perrito deberá disculparte por que en estas letras de alguna manera le pides eso.

Tranquilo y para adelante; q bueno lo de tu tesis.

Nos leemos.

7:03 p.m.  
Blogger Dragón del 96 said...

Nooo!!! Me haces recordar las veces que a mis perros han golpeado algunos choferes inescrupulosos... Así no juega Perú.

Slaudos.

4:34 a.m.  
Blogger Dragón del 96 said...

Por cierto... felicitaciones y mucha suerte en tu tema de tesis. Aprovecha la situacion.

Slaudos.

4:35 a.m.  
Blogger Ana said...

Pao, como cuentas que has atropellado a un perro, :o((
si alguna vez alguien se atreviera a atropellas a mi Gunther, por todos los santos, que lo pongo en la pista y le paso el carro encima para que sienta lo mismo :o(((

suerte con tu tesis y hoy nos peleamos porque recien leo que has atropellado a un pobre perrito..

:o(((

aunque conociendote por tus relatos, seguro fue el camionero..

7:00 a.m.  

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