¿QUIÉN ANDA AHÍ?

En mi casa hay bichos raros y no hablo de cucarachas, elfos domésticos o mi hermano entrometido; me refiero a fantasmas caseros.
Si, los hay y siempre he creído en ello, desde hace varios años dan señales de “vida” pero no de manera alborotada, sino de manera sutil, y bueno, yo les tengo respeto –aunque si me espanto a veces- y hasta que no se me aparezca uno y me asuste de verdad los consideraré huespedes bienvenidos en casa, mientras les cuento unas anécdotas.

El sábado pasado en la reunión bebible y bailable que anfitrione en casa, todo salió muy bien, salvo por un detalle. Cuando aun era temprano y no habían llegado la mayoría de mis amigos, me encontraba charlando con mis primeros invitados cuando reparo en la cara de Juanxo, quien estaba impávido mirando hacia las escaleras detenidamente y cuando le pasamos la voz para que no se distraiga nos dice que “algo” lo estaba mirando desde la parte superior de las escaleras. Uhm, risas comprometidas, silencio inusitado y miradas indiscretas; mis amigos conocen el historial de mi casa y cuando pasan estas cosas saben que no pueden fiarse de alguna respuesta tranquilizadora de mi parte. No me quedo mas decir que quizás “aquel” invitado quería bajar a compartir con nosotros. Juanxo solo agrega que al menos no se lo perdió esta vez.

Su comentario se refería a cierta ocasión cuando Katty –su flaca-, él y yo, nos encontrábamos sentados en los sofás luego de haber almorzado juntos como fue nuestra costumbre durante una buena temporada y mientras charlábamos sobre nuestros avatares universitarios Katty y yo vemos como nuestros vasos con gaseosa que se encontraban sobre la mesa de la sala, se deslizaron frente a nuestros ojos cerca de 15 centímetros hacia diferentes direcciones, Juanxo no pudo verlo porque el se encontraba echado con su cabeza sobre las piernas de Katty y se perdió del espectáculo. Yo salte del sofá mientras Katty me dijo que sentía que la casa estaba con el ambiente “cargado”, esa tarde ellos se despidieron mas temprano de lo habitual y yo me quede cagandome de miedo a tal punto que no quería subir hacia el segundo piso de la casa porque si algo he sabido en todos los años que he vivido ahí, es que donde hay mayor actividad es en los dormitorios. Que miedo.

Hace poco menos de dos años yo tenia el dormitorio más grande de la casa, ubicado al fondo de un corredor en el segundo piso, siempre me gustó porque tenía suficiente espacio hasta para llevar amigos y quedarnos a beber cerveza sin incomodar a mi hermano con nuestra bulla, porque su dormitorio se encontraba al otro extremo del corredor. El pequeño detalle era que por las noches no podía dormir, usualmente tengo insomnio, pero esto era demasiado, a tal extremo que me quedaba dormido solo por momentos, despertando varias veces a mitad de la noche y me sentía incomodo en la cama. Yo siempre me quejaba con mi viejo, pero sin el menor resultado. Hasta que cierta ocasión en que una tía que llegó de visita dominguera, aproveche y le conté ese problema pensando que ella, como buena católica se mandaría una sesión de rezos en las noches para que su sobrino favorito tenga un sueño más provechoso, pero lo que hizo antes de irse de casa fue hacer una inspección visual a los dormitorios y al baño del segundo piso, para luego irse de lo mas tranquila. ¿Cómo y los rezos?

Lo curioso fue que antes que acabe el día volvió con un sujeto que conocía de un grupo de oración o algo así -ya sabemos como son de locos y afanosos los católicos-, quienes de nuevo hicieron otra visita por los distintos ambientes de mi casa, para luego dejar unas hojitas en cada esquina de los ambientes que tenia prohibido mover hasta que pase una semana, luego mi tía –muy linda y pía ella- me dijo que le oficiarían una misa al espíritu que no descansaba aun y que se encontraba haciendo travesuras en casa- si, así me lo dijo- y me pregunto si yo no había tenido sueños raros, cosa que me pareció interesante pues entonces lo poco que llegaba a dormir terminaba en pesadilla y yo me despertaba en las noches por las mismas.

Un dato curioso era que en esas pesadillas yo siempre "veía" a un niño, corriendo de un lado a otro y en mis sueños lo veía saltando en mi cama, mientras yo trataba de dormir, en una ocasión, me colocó la almohada sobre la cara y empezó a asfixiarme, desperté en el sueño y vi como corría hacia la puerta -aun soñando- y desde ese día deje de usar almohada, quienes me conocen no sabían el por que, pero ya lo estoy contando.

Luego me recomendaron cambiarme de dormitorio y me explicaron que podía hacer un truco con harina que entonces no entendí, pero que en un episodio de Historias de ultratumba de Discovery Channel pude reconocer, consiste en echar harina muy fina en el piso de un ambiente y dejarlo así, sin causarle disturbio. El objetivo era encontrar pisadas que aparecían misteriosamente. No gracias, suficiente tengo con Fisiología de los animales que no me deja dormir. Y me cambie de dormitorio, a uno más pequeño pero acogedor, donde duermo feliz hasta el día de hoy.

Por eso, cuando sucede algo en casa o oigo ruidos raros, sé que es mi fantasma casero y bueno me he acostumbrado a ello y como siempre le veo el lado amable. Hace menos de dos semanas (antes del temblorcito, para mis colegas peruanos) mientras almorzaba solo, escuche un ¡PLAFF!... mire para arriba y lo primero que se me vino a la mente fue ¿en qué dormitorio habrá sido?, con tal que no sea en el mío, yo feliz. Mas tarde cuando subo a mi dormitorio por una casaca para salir, veo mi lata con mi rompecabezas de 3000 piezas (en realidad tendré al momento cerca de 2900) sobre mi cama y la totalidad de las piezas desperdigadas por toda la habitación. Lo extraño es que la repisa donde se encontraba esa lata esta del otro extremo del ambiente y tiene que haber dado un salto olímpico para terminar en mi cama. Irónicamente, tome mi casaca y solo exclame: “¡Claro, como tu no limpias!”.

Mis amigos mejor que nadie se han ganado mas de un fenómeno extraño, como usualmente les dejo dormir en casa después de una noche de juerga pero para que no incomoden les dejo en la sala de la TV del primer piso, donde tengo la TV, evidentemente, y un par de sillones muy cómodos para ver películas. En cierta ocasión se quedaron a pasar la noche Dunkin y Weberto (q.e.p.d. amicalmente por huevon); y al día siguiente Dunkin me cuenta que durante la noche Weber andaba muy incomodo y exclamando “¡vete, mierda!”, y no a él, sino que exclamando hacia el living, Weber no sabia que Dunkin estaba despierto por lo que el se ganó con todo. A tal punto llego que en un momento Weber se levanta y cierra la puerta de la sala de TV y pone una silla junto a la puerta.
Días después cuando le increpamos a Weber sobre lo que había pasado, él se negó que había hecho eso en un primer momento, pero después lo confirmo y solo dijo que había visto “algo” en el living. Para mala suerte, dejamos de frecuentarlo a él, y desde ese día Dunkin se rehúsa a dormir solo en mi casa, por lo que siempre que llegamos de una juerga de fin de semana, nos quedamos conversando hasta que aclara el día y me voy a dormir y él se queda tranquilo.

A lo que iba, que si bien soy creyente en historias de fantasmas y similares, trato de tener temple porque –según me dijeron- no todos hacen maldades, algunos hacen simples travesuras y mal haría en andar paranoico en casa a todo momento. Mas aun, ahora, que mi hermano y yo somos los únicos habitantes de mi casa pues mi viejo se ha mudado con una... bueno, eso es historia aparte. Y mi hermano tiene la sana costumbre de salir muy temprano de casa y volver muy tarde, a tal punto, que parece que ando solo en casa a cada momento, pero si pienso en eso me aflijo por eso que mejor convivir con el bicho en paz.
Por lo demás, mi casa no es un lugar lúgubre y enclaustrado, tiene mucha luz y a mí me gusta mucho; así que Gasparin, haz tus maletas que de aquí no me muevo. Como dijo Samantha Jones de “Sex and the city”, solo hay que reconocer su presencia y liberarlo.