YO SOY SCOUT DE CORAZON
Entre mirando y husmeando, me detuve y le dedique especial atención a una pequeña camisa ploma, llena de insignias (me hizo reír de buena gana debido a su tamaño, que evidencia propiedad de un niñato pre-púber antes del estirón). Que duda, era mi camisa del movimiento scout. También encontré mi pañoleta de manada, una pañoleta conmemorativa de Campasur (que luego les comento al detalle), dos ediciones de “El rebuzno del burro” y soguilla para hacer nudos; por mas que revolví todo buscando mas indicios de esa etapa, no encontré más. A esos escasos artículos se sintetiza mis tres años como practicante del escultismo y difusor de la filosofía del fundador Baden Powell (eso de hacer una buena acción).
Yo entre al movimiento a los diez años, motivado por mi mejor amigo de entonces y coleguita de travesuras escolares, Rodolfo G; quien se inició unas pocas semanas antes que yo y disfrutaba contarme las bondades de ser boy scout. Así, bajo el argumento de “yo también quiero”, le conté a mis padres para que me inscriban de inmediato en el grupo y poder darle el alcance a Rodolfo. ¡Pero tiene que ser ya! (me oigo mentalmente decir).
Por suerte mis palabras reflejaron motivación, así que pocos días después fuí con mi madre a casa del guía de patrulla (el sujeto que dirige a la tanda de mocosos) y fue oficial: ya era un aspirante de niño explorador. Y a partir de entonces mis tardes de sábados y domingos quedaron exclusivamente reservadas para el escultismo. El jean azul y el polito blanco, se convirtieron de inmediato en mis mejores aliados desde entonces.
No recuerdo muy bien lo que hacíamos en esas tardes (mi mente traicionera, cuando no), pero puedo contarles con seguridad tres cosas: aprendí a hacer nudos (muchos de los cuales recuerdo hasta el día de hoy), aprendí cachosas canciones scout (de las que también recuerdo unas tantas) y aprendí a jugar baseball... ¿Cómo y el amor por la naturaleza? Pues eso queda implícito y supongo que desde entonces me viene ese gustillo por los campamentos, las caminatas, mirar las estrellas, prepararme la comida y lavar mi ropa, jeje. Que si, y no solo aprendí, sino, que me especialice en ello.
Luego de mi primer mes como aspirante fuí sometido a un examen sobre los fundamentos básicos del escultismo (el desarrollo físico, mental y espiritual en simbiosis con el amor a la naturaleza) para poder juramentar como scout frente a la bandera, la manada y la familia. Ya me imagino lo avergonzado que debí haber estado ese día. Así, en mi primera ceremonia de gala juramente junto a otros aspirantes, me colocaron la insignia del movimiento (una soguilla que forma la flor de lys sobre un fondo morado) y pude usar la pañoleta de mi grupo (aquella que sobrevivió al paso de los años). Todo esto matizado con cánticos, demostraciones físicas y concursos entre patrullas (un grupo de scout se dividen en varias patrullas con las cuales se estimula la competencia). Esa noche hubo un sorteo de canastas navideñas entre los padres de familia, que muy orondos, daban animo a sus retoños. Mi madre ganó una de las canastas y mi padre aplaudía a rabiar, mi hermano estaba presente -en contra de su voluntad, claro- aunque era evidente que prefería estar en otro lado.
Cuando uno habla de boy scout inmediatamente lo relaciona con los campamentos, acá en Lima, se les relaciona también con improvisados guías de trafico, ustedes saben, esta metrópolis es un laberinto súper congestionado y hay que hacerle de lo que fuere.
En los campamentos, se supone que se aplican todos aquellos conocimientos de supervivencia que uno va aprendiendo, mientras asciende jerárquicamente en la patrulla. En mi vida scout, llegue a asistir a cinco campamentos, pero el epítome de todos ellos fue Campasur.
Campasur fue una concentración mixta de scout de todo el Perú que se realizo durante una semana entera en la ciudad de Chincha (200 km. al sur de Lima). Fue la experiencia máxima de aquellos años y cuyos recuerdos son los que más celo en mi memoria porque sintetiza toda una etapa, mis últimos años de niñez.
Nuestro grupo se hizo presente con dos patrullas (14 o 15 personas, en total), representando al distrito de Surco. Basta decir que nuestros vecinos de carpa eran colegas de Cuzco, Puno y Piura; para comprender la magnitud de tal evento.
En esos siete días productivos, conseguí tres medallas de especialidad: cocina, lavandero y botánica. El mas peculiar de estos, sin duda, es lavandero. Para resumirles lo que tuve que hacer para conseguir esa medalla, les cuento que esos siete días de Campasur me las pase lavando ropa como idiota, mi ropa –al menos-, aunque también tuve que proponer alternativas de detergentes naturales, la solución llegó de la pepa de la palta. Gracias palta... y yo a veces haciéndome paltas.
Otra anécdota que recuerdo de entonces fue cuando un día me sorprendieron mi viejo y mi hermano con su visita, y para encontrarme no fue nada fácil pues calculando llegué a la conclusión que éramos entre 2000-2500 scout concentrados en un mar de carpas prolijamente alineadas, al menos. El detalle de aquella visita lo puso la señora que en ese entonces cocinaba en casa, pues ella me había mandado papas rellenas para compartir con toda la manada. ¿No es linda acaso? Lo máximo.
También que se me había acabado el dinero que había llevado (en Campasur había tiendas donde vendían gaseosas, golosinas, salchipapas, discoteca –“Chincha Night”- a la que podías acceder con tres chapitas de gaseosas, o sea, que tenias que comprar gaseosas... ¿manyan?), entonces aprovechando que mi viejo se había tomado la molestia de conducir hasta allá, pues le pedí que me suelte un sencillo. No recuerdo cuanto me díó, pero recuerdo que nunca me había dado tanto dinero. Yo feliz, y como resultado invite a toda la patrulla a comer salchipapas aquella noche. Un vacilon total.
Además de las especialidades que gané, también hice muchas amistades y nos dieron una pañoleta conmemorativa que aun la tengo y “El rebuzno del burro”, era el periódico oficial del campamento –así de organizado fue todo- y aun tengo dos ediciones de una publicación diaria, así que el viento se llevo lo demás. Leyendo en las noticias de portada: “Scouts sedientos abarrotan puestos de bebidas gaseosas”, “A las 6 de la tarde llegará la patrulla Burros”, “Invasión de piques”, “Felicitaciones a la patrulla San Miguel 400”. ¿Qué son los piques? –pensara. Pues son unos bichos que se te meten en los pies y hacen de este su hogar, jeje. Yo termine con 3 de souvenir que me dieron muchos problemas a mi regreso a casa.
Me retire del movimiento a los 13 años, debido a un problema intergeneracional: me convertí en adolescente. Y en esa etapa, uno quiere desligarse de los niños y de las chiquilladas de estos. Así terminó mi aventura como niño explorador, con mucha experiencia ganada tan honestamente.
A la distancia de los años, pienso que todo fue muy agradable, mas aun siendo niño. Todo debido a que te deja las primeras nociones de independencia, de respeto a la naturaleza, de interés a la comunidad; y eso, no tiene precio.
También te ayuda a formar el carácter, la personalidad, a interactuar de manera correcta con tu entorno y definitivamente te deja buenos recuerdos, así estos sean escasos como en mi caso.
Y para finalizar, me despido con una canción que sintetiza mucho lo que significa ser scout:
Yo soy scout, yo soy scout
de corazón, de corazón
acamparé, acamparé
con ilusión, con ilusión
Yo soy scout de corazón, acampare con ilusión.
Al monte iré, al monte iré
lo escalaré, lo escalaré
nudos haré, nudos haré
con precisión, con precisión
Al monte iré, lo escalaré, nudos haré con precisión.
Al lago iré, al lago iré
me bañaré, me bañaré
y nadaré, y nadaré
como un salmón, como un salmón
Al lago iré, me bañaré y nadaré como un salmón.
Al baño iré, al baño iré
me sentaré, me sentaré
y cagaré, y cagaré
un salchichón, un salchichón
Al baño iré, me sentaré y cagaré un salchichón.
Esta canción, esta canción
se terminó, se terminó
y es de un scout, y es de un scout
de corazón, de corazón